martes, 3 de agosto de 2010


Fátima, Lunes: Hoy desde temprano empiezan las viejas a joder. La música pop francesa no le gusta a Don Yiro, pero es lo único que a Fátima le ayuda a hablar, entender, cobrar. Desde hace una semana necesita música del pasado, historias de otros, cosas que no le pertenecen para poder seguir. Y por qué seguir? Porque ella es fuerte, porque la vida es linda, en fin, por todo, y porque sí, porque ella es así. Su papá dice,”Fátima es Así, siempre va para adelante”. Su mamá también lo piensa pero no lo dice, la prefiere débil.
Llegó al vivero a las nueve con el típico mareo de las horas de la noche sin dormir, sonrió a Don Yiro y le dio la mano; las flores no podían estar más hermosas, eran magia en el frío que arrugaba todo esta mañana. Había traído la cámara para sacar fotos a las bulbosas antes de que llegaran las viejas del barrio, ella sabía que el lunes iban a venir en patota, pero nunca pensó que tan temprano.
No había podido ni sentarse a tomar un té con Yiro, ni comer una de las medialunas finitas que había comprado, las mujeres llegaron como si se repartiera harina en una hambruna post guerra, pero en este caso eran bulbos exóticos que sabias manos japonesas habían convertidos en flores exquisitas de invierno. Mona fue la primera en llegar, Mona hace poco que vive en esa misma calle y ha impuesto su estilo esta temporada entre las mujeres del barrio. Qué increíble, Fátima pensaba que esa manera tan sabia de imitar y combinar looks de gente original que a la vez se inspira en otra y así eternamente, era exclusivo de sus compañeros de facultad, los chicos BAFICI, como los llama su hermano, ahora sabe que es una constante ente distintos grupitos acomodados de la ciudad de Buenos Aires
Don Yiro ha conseguido este invierno maravillas que Fátima no imaginaba. Los narcisos son amarillos muy brillantes, con una trompa dentada que excita, que lleva a acercar la boca para rozarlos y notar que el perfume es extremadamente sutil, casi imperceptible.
“Hola mi querida ¿Cómo estás?” Mona, con un gorro de piel negro y el pelo mezcla rubio y canoso en una trenza, avanza hacia las jacinteras.” ¡Al fin encuentro jacintos tan amorosos como los de granny! ¡Mi niñez!... Míster Yi, please, quiero todos los jacintos blancos, y también un ramo de junquillos”.
El vacío en el estómago se olvida un momento frente al placer del ruido del ramo de junquillos, otra sensación lejana y voluptuosa; es el mismo ruido de los tallos de lágrimas de la virgen que cortaba en la casa abandonada de la esquina cuando era chiquita…
Los ojos están detenidos en el blanco nácar de las muguets que está envolviendo, el parloteo de las mujeres se convierte en un zumbido, que se interrumpe de golpe cuando levanta la vista y ve, avanzando hacia ella, a la madre de Xavi, Ahora se detiene y la agarra del brazo suavemente murmurándole al oído: ¿Tenés unos minutos para tomar un café acá al lado?
Continuará

No hay comentarios:

Publicar un comentario