lunes, 26 de julio de 2010

Elena, 26 de julio


Hace días que asomado al balcón he perdido el jornal charlando con un gorrión más aburrido que yo. O mirando cómo se deshoja un encinar, oliendo romero. Cómo vuelven a florecer y se vuelven a deshojar.
Hace días que no sé cuantos días hace. Hace días que me estoy diciendo... mañana y espero... y espero.
Viviendo con nada. Trabajando por nada y un día como si nada morirme de nada. Adiós. Gracias. En el fondo de un bar tomándome un perfumado para calentarme el corazón mientras llega la muerte a jugar al subastado.
Hace días que no sé cuantos días hace. Hace días que me estoy diciendo... mañana y espero... y espero... y espero...
Asomado al balcón espero.
Desnudando el horizonte espero.
Espero por Navidad y por la Magdalena de día y de noche que vuelva Helena,
que vuelva Helena...
y es que cuando pasa por mi calle incluso los geranios le guiñan el ojo.
El aire se vuelve tibio con su aliento y los adoquines miran hacia arriba, su piel morena. Cuando pasa Helena.
Cuando ella mira sabes que la fuente cuando ella quiere, le da. Cuando ella llora, sabes qué es el luto. Cuando ella calla, todo mi yo tiembla. Cuando ella quiere, el amor emprende el vuelo...
Y entre tejados se columpia el sol y los pajaritos de los cables de la luz miran celosos como se ríe y se mueve. Color de larga espera y perfume de luna llena mi Helena.
Mi Helena...
pero... Hace días que el estar de pie me hace daño, el reuma me rompe los dedos y ha huido el último gorrión.


“Elena, yo sigo atendiendo a Marcos, fijate que vino Pablo a buscarte…”
“Pero pará, Sandra, una vez que estaba convenciéndola de que venga conmigo el viernes, tengo una recepción en el Alvear y quiero ir con una mujer hermosa.”
“Bueno, ella sabés que te va a decir que no, olvidate, ¿Qué estabas viendo? ¿Un vestidito para Mónica? Vení por acá.”
Estoy fría, cuarentaiunaños, no me importa que me halaguen, que me quieran levantar, me gusta la melancolía de “Helena” en catalán, quiero que me extrañen con esa locura de muerte de la canción, que me digan
el aire se vuelve tibio con tu aliento y los adoquines miran hacia arriba, tu piel morena.
Pero nadie va a sentir por mi eso, nunca. Eso queda para las zorras. Mientras tanto Viviendo con nada. Trabajando por nada y un día como si nada morirme de nada. Adiós. Gracias. En el fondo de un bar tomándome un perfumado para calentarme el corazón mientras llega la muerte a jugar al subastado.
“No es Pablo, Sandra, sabés que está en Buenos Aires”, directo a los ojos de Marcos, “chau, me voy a almorzar.”
Salgo caminando como Marlene Dietrich, la puerta sufre el desplante, ellos también.
Italia entre Mitre y San Martín ya es casi una petit Avenida Alvear, de repente, en una semana…
El aire helado, mi cara helada y rígida, cuarentaiunaños.

domingo, 25 de julio de 2010

Elena, Domingo 25 de julio. En casa, los chicos de vacaciones con el padre, el domingo pesa pero menos, se organiza. Hace la cama, lava los platos… afuera, tempestad, un día como los de las historias que cuenta su mamá incansablemente… el rey Lear y su hija Cordelia se reencuentran en la tempestad, la Tempestad, Próspero… cuantos nombres… todos llevan a algún lugar y el mundo es infinito y la vida podría ser eterna. Pero esa tempestad, ese frío está en su patio, en su ventana que silba con el viento. 

Ahora una garúa helada. La luz es sin embargo clara en casa, y Elena puede decir que ha logrado tener un lugar confortable donde vivir, un lugar querible, bueno. Esto es en parte, gracias a Pablo, que los fines de semana llega con un pequeño mercado “Easy Soluciones para el Hogar” en el auto, y que va cambiando la fisonomía de la casa, dándole un aire de nido intelectual, cálido y hogareño… además, este viernes trajo un disco que se llama Songbook, de Goran Bregovic, y que Elena hacía mucho no escuchaba y que ahora suena en la pc. del plan Mi PC que Kirchner brindó a las mujeres recién divorciadas que necesitaban trabajar o a las que en su casa querían bajar la última receta de jabones caseros de Utilísima.

Ahora en el reproductor de Elena suena Man from Reno, y ella se empieza a volar nuevamente, hacia lo que no fue, hacia lo que podría haber sido, mientras comienza a cantar un agudo coro de mujeres serbias, en bosques oscuros, que ella nunca conoció ni conocerá, eso queda para otras… para minas inteligentes, zorras y astutas que saben poner los pies sobre la tierra, Pero dos no igual que uno mas uno ¿no? ¿Ellas sentirán como Elena la nostalgia de lo nunca vivido? ¿La nostalgia de los Cárpatos? ¿De los lobos?... Ellas van a Praga, cuelgan en el Facebook las fotos con el título PRAGA 2010 y esperan los comentarios efusivamente envidiosos de sus pares. Elena no va a Praga, siente la noche y los aullidos.

 

Juan Manuel, Domingo 25 de julio . Mejor no pienso en mañana lunes, la tele con una película francesa, con una mujer francesa que tiene una de esas cabezas con boina o gorra, con buena calavera, buenos labios, seguro que re buena cogedora, decadente y francesa. Si fuera italiana otra sería la historia en la cama… Hitchcock decía que las anglosajonas te dan un morbo que ni la mediterránea más hermosa provoca, decía que la rubia sin sabor, ejecutiva, prolija, encierra un misterio de salvajismo sexual, porque esa mujer sabe lo que quiere, controla, domina, bueno, eso lo estoy dicendo yo, lo de dominar…gatúbela, …bueno, entonces, la latina, parece que, según Hitchcock, tiene toda la mercadería expuesta, es toda teta, escote, culo labios, piernas, y por eso, sólo se aviene a que la sometas, toda esa carne para ser aleccionada, está exponiendo todas esas golosinas sólo para ser sometida y preñada, porque después del acto la mina queda preñada, no embarazada, el embarazo viene después. Si, bueno, el viejo degenerado de Hitchcock se volvería loco con las rubias y punto, le gustarían y tendría que justificarlo intelectualmente, Igual, el comentario está bueno, sí, es eso, sólo un comentario, pero Truffaut lo pone en un libro y se transforma en una sentencia…,de nuevo “todo es relativo”, las mil verdades y la ninguna, ya cansás… bueno, ya sé, canso…, sigo…por eso ponía a Ingrid Bergman, rubia… que se le fue con Rosellini, a Grace Kelly, rubia, que se le fue con el Príncipe, y bueno, el tipo era bastante desagradable, la facha cuenta… a Clint Eastwoood no se le hubieran ido tan fácil las actrices.

Vuelve y mira a Ceci, que está sentada en el sillón al lado, con los ojos ya húmedos y estremecida en la música de la película, ella sí no se da cuenta, o sí se da cuenta de lo hermosa que es, porque siempre se lo han dicho, pero la belleza de ella es más sublime, más acabada de lo que el común de la gente, (incluída ella), piensan. 
Si Cecilia hubiera estudiado teatro, ahora andaría por ahí en la alfombra roja con joyas prestadas o sería modelo, aunque tiene una cara más para cine, hasta el pequeño puente de la nariz, uno de esos puentes que sólo se permiten las divas de Hollywood.
Cecilia, es rubia, y tiene ojos celestes, sí, el cliché de linda para Argentina, pero tiene ojos de gata, chinos y chicos, entonces sí tiene ojos lindos, no por ser celestes, ¿Por qué tienen que ser celestes acá en argentina (y no verdes, por ejemplo), para cotizarse bien? Ah, claro, porque el celeste es verdaderamente anglosajón, el verde pude ser… sí, bueno, proveniente de algún país menos dominante, o fruto de mezclas medio sospechosas ¿será eso?, ¿una estirpe europea escondida de la que agarrase antes de que se extinga en manos de nosotros mismos y nos quedemos sin quien nos conquiste, seduzca, encante?

Me mira, ¿a ver? Ceci está llorando por la peli. Los ojos húmedos tienen unos tintes verdes y amarillos… gracias a Dios, Ceci, así sos más mía, más nuestra, más terrenal…
Ceci, no llores, no es nuestra historia, ¿qué nos importa la historia de estos judíos franceses  de la segunda guerra? Y bueno, ellos sufrieron, nuestro abuelos también sufrieron, vos lo sabés, si siempre me contás las historias de tu abuelo en la época de los conservadores en Suipacha, de la infancia de tu abuela…pero claro, no hay películas premiadas sobre eso, estamos muy lejos, entonces mi amor, tenemos que llorar por otros pueblos, y hacer nuestras las gestas de otros.

 

Fátima, Domingo 25 de julio: La esquina estaba mojada y la gente quería subir rápido al 57, Bob Dylan en el mp3 ayudaba a salir de la cola y pensar un rato en un lugar de sol y cañones colorados y montañas de colores y ríos como cintas verdes. Una vez en Buenos Aires, mejor, una vez en el departamento de Lola, ya sería otra historia, ya estaría a salvo, pero la travesía hasta llegar, la gente durmiendo, las luces tenues de adentro, los peajes, la lluvia de domingo, eran algo insoportable, la idea de la próxima hora le apretaba la garganta hasta impedirle tragar, con ese dolor casi gozoso previo al llanto que la atacaba cada vez más a menudo. ¿Qué pasa? Nada ¿ Nada?

Ya sentada, los dedos empezaron a apretar el botón del mp3 buscando otra música, algo que la sorprendiera, que la enamorara. Algún disco que no hubiera escuchado… a ver? O mejor leería, sí, sí ¿a ver que nueva perversión ofrece Tiberio en El Reino de los Réprobos? Uy apagaron las luces, debería haberlo previsto para no ilusionarse, bueno, busquemos un tema… ¿ Silvio? Tiene miedo de que sea demasiado triste, no no , no me conviene. Vibra el celu.

Emi, sí, cómo andás?, En una hora llego a Once. Y… vamos a tener que laburar toda la noche, ya está, ya nos tomamos el finde, y estamos en la deadline… en parte, mejor, para no colgarnos más con boludeces, vos andá yendo para lo de Lola, así empiezan. Yo digo porque entre que comemos y nos organizamos, vos te colgás con algo y nosotras nos quedamos como dos taradas esperándote, qué se yo…mirá que yo mañana laburo, a las nueve corto todo y me voy a laburar aunque no hayamos terminado, y después hasta las dos no podemos arrancar de nuevo…

Dice todo esto automáticamente, quisiera haberse puesto a contarle entrecortada por el llanto lo de esta tarde. El cana con cara de No te equivoques en lo que vas a decir, mirá que estamos en la comisaría, de acá podés no salir y ella sentadita del otro lado del escritorio, con su papá al lado, siendo dos sospechosos de asesinato, no, no, imposible y tan real, tan cercano, Xavier, que había dormido con ella la semana pasada, que le había dicho que últimamente ella lo ayudaba a vivir…qué débil y qué pelotuda se sentía, sentía la nada, la vergüenza, la humillación, el dolor, todo junto, veía la cara de Xavi cara con el respirador y ese ruido, y la cabeza con una venda como vincha, como un soldado de Vietnam de las películas. Todavía no se había muerto, pero Fátima sabía que no lo volvería a ver.

Y le dijeron que permanezca ubicable, como si pudiera escapar a algún lugar…

 

 Continuará