lunes, 1 de noviembre de 2010

Elena, Lunes de noviembre




Hoy seis horas en el local, el ahogo, y ahora, en casa, el alivio. Qué bueno es el deporte. En la clase de tenis pensar que me moría, maldecir a Hernán por no darse cuenta de que me estaba provocando un infarto y exigirme. Aunque hoy me miraba raro y no exigió tanto… ¿me vería pálida? Me dijo se te ve cansada, encima eso… el chico siempre me dice alguna cosita y yo revivo como la flor después de la lluvia.
Pero hoy me vio cansada.
¿Qué pasa conmigo y ese lugar, ese trabajo? ¿Es un problema de adaptación? Es que está el aire tan enrarecido o yo soy una esponja que ya no sirve?
Soy una esponja llena de aire enrarecido, los alvéolos ya no tienen fuerza para desalojarlo.
Tomo un Nesquick frío, el néctar bendito de mi niñez… llegar a casa de la escuela con calor y prepararlo, más adelante, adolescentes en una quinta, mojados y agitados, con los dedos y los talones en carne viva y los ojos llenos de cloro. Bajo un techo de paja con la cola mojada marcando los bancos de madera reseca.
Vuelve la angustia y vuelve el peso en el pecho, un pensamiento inquietante y ahí está, preparado en el inconciente que lo resguarda para atacar. Y ataca, pecho y garganta, como si tuviera el corazón agrandado hacia arriba y me empezara a ahorcar, el abuelo tenía el corazón agrandado, creo.
De repente creo que voy a morir y tengo miedo, sospecho que esta sensación se debe a la angustia, miedo y stress y que estoy hipocondríaca , sí, todo eso. ¿Y qué hago con eso? ¿Y si estoy realmente enferma del corazón y estoy negando mi grave enfermedad?
“Hacía unos días que se estaba sintiendo mal y le agarró un ataque y se murió, nomás”
Y bueno, morir, y por qué tanto miedo? Por la belleza de la vida, por eso.
Dios mío, ayudame, tengo miedo.
Me acuerdo de un cuadrito que tenía cuando era chica colgado al lado de la cama, era un objeto bastante kitsch pensándolo bien, era un óvalo con marco de plástico simulando metal dorado formando arabescos, y en el centro un dibujo sobre raso acolchado, una pintura antigua estampada en la tela.
Había una nena y un nene al lado de un precipicio, creo, (porque lo veo algo borroso por el tiempo) y junto a ellos, un ángel, pero no un querubín sino un ángel adulto con rizos y túnica blanca y alas. Los estaba cuidando para que no cayeran.
Ahora quisiera ser una nena, custodiada por ese ángel, para apoyarme en el pecho de túnica blanca y apretarme, y llorar mis lágrimas de nena y que me tape con sus alas.
Mamá tengo miedo.
Continuará